Felicidad
Es el atardecer de un día cualquiera de un mes de julio anterior a la guerra, los campesinos regresan de los campos a un pueblo del valle del Sangro. Los chicos van con sus padres: encabeza el grupo el papá, un poco encorvado, que con el paso cadencioso y pesado propio del labriego cansado, tira la “capezza” del asno. Sobre el basto, entre los cubos y atados de garbanzos va sentado un niño; enganchada al mismo basto, la cabra. Siguen libres las ovejas y cierra el séquito la mamá con una criatura dormida en sus brazos.
La calle del pueblo está en subida, el grupito avanza lentamente entre la ligera polvareda levantada por las patas de los animales.
Recostado en el umbral de su casa, Francesco, llegado hacía poco del trabajo, habiendo finalizado de armarse un cigarrillo, lo enciende y aspira de él ávidamente el humo.
“Dichoso de ti, Francesco, cómo disfrutas ese cigarrillo” dice el campesino al pasarle por delante. ¡Ante aquellas palabras Francesco se arrellana, sonríe y reconoce que se siente verdaderamente feliz!.
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